Bubble Gum


Así es como suena una pompa de chicle. Cuando explota. Plop.

Una pequeña pelotita rosa que, si sabes usar un poco la lengua y soplar, se infla, infla e infla. Enrosándose, cada vez más grande...

La verdad, no es por hacerme el entendido, no soy yo muy lengüetón, pero está bien meter la puntita un poco, adentro de la pompa. Un poco, digo. La puntita y nada más. La puntita de la lengua, coño.

Y soplar, al gusto. 

A mí, personalmente, me gusta ir más allá del flap, flap y meter la lengua hasta pasado el cariño relamido, y llegar, ¡uff!... Qué morbo chorrean unas bragas al volver de la discoteca, una fina capa de tela rosa, apretada, apunto de explotar, pegañosa a mis labios cuando peta la pompa. 



Te lo puedes creer o no. Sucedió en el metro, sábado noche. Volvíamos de bailar medio gramo de más... La boca, mandibuleaba, cepo desencajada. Y las pupilas, bailongas, babeaban ridículas dedicatorias.

Nena, como tú... ninguna.

Los brazos apoyados en el respaldo y la camiseta, como un traje de saliva espesa, se me retorcía al ritmo de una goma de mascar al ritmo de... ¿Y esos tacones? Hay prendas que son para llevarlas; tus tacones, por ejemplo, no son para llevarlos. Tus tacones son pa dejarlos puestos y eleven a lo más alto un culo sobre, por, según y atrás picar a globazos.

Desnudo de empalago, me subía la vista por sus medias, para llegar... Jo-der. Para llegar a lo más oscuro de la falda, unas bragas color de fresa ante las que no me pude callar. Casi me llegaba a ellas la lengua.

Niña, se te ve el chicle, te voy a comer con las bragas puestas.


Ni te conozco ni te quiero conocer, le dije. Lo que a mí me interesa de ti es el sabor amargo de la felicidad humedecida. Saliva, cuerpos en contacto, pérdida de control... Y luego, deshacerte del chicle. Como de un mal vicio. Te aseguro que mi semen no sabe a hipocresía, ¿por qué nos da tanto miedo decir te quiero... follar?

Hay una bomba atómica entre mis labios. Lo que yo quiero, es grabar la forma de mis dientes en tu placer.

Atravesar tu anonimato, agarrar una aguja de vudú y pinchar con ella la guía telefónica, la de las páginas de basura rosa donde me rechazas de día y darías guantazos en público, y pinchar, sin poder vivir sin el placer masoca de pinchar. Pinchar. Hasta clavar en tu nombre, daré con él. No te preocupes, tengo paciencia. Llevo drogas en el cuerpo para aguantar toda la noche y aún para provocar un holocausto de gemidos entre tus piernas.

Dime, princesa chicle. ¿Y tus bragas... explotan?



Pobre chica, creo que le dio un bajón de tanta fiesta porque parecía que se iba a morir...

Créeme, no es que le gustara hacerse de masticar. Es que se iba a morir. Le pregunté, enjuagando de saliva la pompa, un preliminar antes de soplar, ¿tú te encuentras bien, chiquilla? Pareces desinflá.

Coño, digo... chica, decía que si te está gustando o no.

Hasta aquí, sí, gimió ella. Más seca que ná. A la espera de saltar del metro en cuanto tuvo ocasión.

¡Malfollá!

Entonces tiré el chicle, un chicle con el que nunca más haría...

1 comentario:

  1. Una versión un poco más definitiva. De la fumada al relato, más apta para putear.

    Se aceptan y se piden críticas.

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