Esta
es la historia de una casa, el total inventario de lo que hay entre
sus cuatro paredes. No es una metáfora: es una casa cuadrada, sin
más.
Tiene
una sola ventana, junto a la puerta principal. El resto de la casa se
adentra en el edificio igual que una cueva excavada en la montaña.
Por lo demás, intentaré llamar a las cosas por su nombre.
Antes
de que a nadie se le ocurriera referirse al espacio entre estas
cuatro paredes como “casa”, este lugar funcionaba como un bar.
Allí
adentro resulta difícil olvidar el hecho de que antes fuera un bar.
Por
ejemplo: hay dos baños pequeñitos, que constan de: lavabo,
espejo y váter. Y una señal en la puerta de cada uno: hombre y
mujer. Claro que ninguno de los baños tiene bañera o un plato de
ducha, una necesidad básica para que dejaran de ser los baños de un
bar y puedan ser considerados un baño normal.
Es
una casa a pie de calle. En Andalucía, a estas casas se les llama
popularmente “casamata”, aunque, por lo que sé, en el resto de
España deben tener un nombre distinto. Si buscas en el
diccionario, aparece la definición para: casa de la malicia, casa cuna, casa de balcón, de banca, de baños, de beneficencia, de calderas, de camas, de comida, compromiso, conversación, devoción... coge aire: de
Dios, de dormir, de empeño, esgrimidores, de espósitos, de
estado, de fiera, de locos... Casa de labor, casa
de juegos, casa de socorro. Casa paterna. Aparece también la expresión “caérsele a
alguien la casa a cuestas, o encima”. Pero si buscas “casamata”
encuentras que una casamata es cualquier cosa menos una casa. Cito textualmente: casamata: “bóveda
muy resistente para instalar una o más piezas de artillería”.
Como curiosidad, también puedes usar la palabra bóveda para
referirte a una cripta, sepultura o panteón familiar.
El
verano en Andalucía alcanza fácilmente los cuarenta grados. Como
decía, hay una única ventana y ninguna ventilación. Si atendemos a
los ceniceros, las colillas depositadas en ellos y el sofá, o por el suelo, equivalen a una lata cada
dos días. Eso suma unos 140 cigarros cada dos días. No me lo invento, lo pone en la
lata.
En
el mueble bar, cerca de la mesita del salón, hay una máquina
liadora. Con ella se mete el tabaco adentro de unos tubos de cigarro
vacíos. La palabra es “entubar”. Por ello y por el calor que
hace ahí adentro, tengo miedo de que algún día no sea exagerado
referirme al bar, casa o lo que sea como “horno crematorio”.
Al
entrar por la puerta, lo primero que uno ve es el mueble bar clásico
de todo salón familiar, sin el cual un salón no puede ser un salón
familiar. En sus estantes hay bandejas, platos y copas, reserva para ocasiones especiales. El mueble bar fue el primer mueble que se apuntaló aquí, como bandera: esto es una casa, y este mueble presidirá la zona principal de la casa: el sofá,
una mesa y el televisor.
En la nevera se guarda ron.
En la nevera se guarda ron.
En
el cajón central inferior de este mueble se encuentra, entre trapos
para limpiar, ajados, una pala para tartas. Una pala de plata, labrada con
motivos naturales: ramas y flores. Sólo fue usada una vez, un día
de boda.
El resto de muebles como armarios y roperos sirvieron para la separación entre habitaciones. Dos armarios espalda contra espalda separan una habitación de otra. Hay dos habitaciones, se supone, aunque el techo es alto y ningún mueble en la casa llega hasta arriba, de modo que todo se escucha en todas partes.
El resto de muebles como armarios y roperos sirvieron para la separación entre habitaciones. Dos armarios espalda contra espalda separan una habitación de otra. Hay dos habitaciones, se supone, aunque el techo es alto y ningún mueble en la casa llega hasta arriba, de modo que todo se escucha en todas partes.
Hay una puerta principal, claro. Pero además de esta y la puerta de los baños, no hay ninguna puerta más en esta casa.
La puerta principal abre justo a medio camino entre el televisor y el sofá del salón. De modo que, si quieres entrar o salir, interrumpes a quien esté mirando. ¿Cómo de grave es esto? Bueno, hay alguien en esta casa que mantiene el televisor encendido veinticuatro horas al día. Un televisor que el día de su estreno era ostentoso, grande. Sin embargo, han pasado los años después de presidir tres o cuatro casas. No es de pantalla plana, ahora resulta culón.
La puerta principal abre justo a medio camino entre el televisor y el sofá del salón. De modo que, si quieres entrar o salir, interrumpes a quien esté mirando. ¿Cómo de grave es esto? Bueno, hay alguien en esta casa que mantiene el televisor encendido veinticuatro horas al día. Un televisor que el día de su estreno era ostentoso, grande. Sin embargo, han pasado los años después de presidir tres o cuatro casas. No es de pantalla plana, ahora resulta culón.
La puerta está todo el día abriéndose y cerrándose, así que, para contrarrestar el volumen
del televisor es alto. Para que se pueda escuchar.
Y
vaya si se escucha, en toda la casa. Incluso adentro del baño y a
puerta cerrada.
Y te recuerdo que la única otra puerta es la de salida.
Y te recuerdo que la única otra puerta es la de salida.
Para
que te hagas una idea rápida del resto de la casa: imagina un
collage de recortes de revistas de decoración. Ahora, pasa las
páginas por algún que otro desahucio y ponlas unas junto a otras en
un espacio reducido, igual que harías con un puzzle donde te ves obligado a montar pieza sobre pieza por la fuerza, retorciéndolas, porque ninguna encaja con otra y además el marco es demasiado retorcido.
Muebles que fueron hechos para una casa que se cortaron para que quepan en otra casa que fueron introducidos con dolor de cabeza en un bar.
El boquete más ordenado de esta casa es una caja de zapatos. Adentro de ella hay una colección de navajas. También hay una pipa con olor a hachís en su boca. Las navajas, como los cuchillos de cocina, están siempre bien afilados.
Mientras que la casa en su totalidad tiene un aspecto destartalado, el ojo de un experto podría afirmar tajantemente que los cuchillos fueron afilados durante años con paciencia y precisión.
Podrían ser la horma de un Raskólnikov cualquiera. Si miramos el ordenador más antiguo en esta casa, puede que aún haya textos de quien los escribiera con ese nick.
Muebles que fueron hechos para una casa que se cortaron para que quepan en otra casa que fueron introducidos con dolor de cabeza en un bar.
El boquete más ordenado de esta casa es una caja de zapatos. Adentro de ella hay una colección de navajas. También hay una pipa con olor a hachís en su boca. Las navajas, como los cuchillos de cocina, están siempre bien afilados.
Mientras que la casa en su totalidad tiene un aspecto destartalado, el ojo de un experto podría afirmar tajantemente que los cuchillos fueron afilados durante años con paciencia y precisión.
Podrían ser la horma de un Raskólnikov cualquiera. Si miramos el ordenador más antiguo en esta casa, puede que aún haya textos de quien los escribiera con ese nick.
A
propósito de la pala para tarta de bodas: en el centro de la casa
hay una cama de matrimonio. Es la zona más grande de la casa, debido
sobre todo al espacio ocupado por la cama de matrimonio. Con una mesita de noche a cada
lado, resulta irónico el vacío que supone en proporción a lo pequeño que es local, pues nadie duerme nunca en ella. Y es alrededor de esta cama con vistas directas a la espalda del mueble de bar que se levanta el resto de la casa: los márgenes, estrechados contra las paredes. Me refiero al salón, la cocina y la segunda habitación. Y cuando digo habitación me refiero a una cama pequeña, no te imagines privacidad.
Las
sábanas de la cama de matrimonio está religiosamente bien planchadas. En lugar de blancas, grises. Lo inmaculado, profanado por quemaduras de cigarros. Lo religiosamente bien planchado, raído. Limpio no obstante.
A pesar del esmero con que se intenta cubrir la cama entera, estirando las esquinas de las sábanas igual que se haría con una piel en una peletería, en un intento ridículo de cubrir más de lo que alcanzan.
De todos modos, nadie duerme tampoco en esta cama.
Un detalle a tener en cuenta es que, aun a pesar de estar siempre vacía, es imposible de ignorar. Estás obligado a atravesar la habitación de papá y mamá si quieres ir a cagar.
Los electrodomésticos provocan que los fusibles salten una y otra vez. También hay un ordenador, al fondo a la derecha. Igual que el televisor, el pc también está siempre encendido, generando calor. Los cables reptan por la pared. Uno de esos cables pertenece a un ventilador. Otro, surge del router. Nadie se ha parado a desconectar el cable de la antigua videoconsola, pirateada y rota.
A pesar del esmero con que se intenta cubrir la cama entera, estirando las esquinas de las sábanas igual que se haría con una piel en una peletería, en un intento ridículo de cubrir más de lo que alcanzan.
De todos modos, nadie duerme tampoco en esta cama.
Un detalle a tener en cuenta es que, aun a pesar de estar siempre vacía, es imposible de ignorar. Estás obligado a atravesar la habitación de papá y mamá si quieres ir a cagar.
Los electrodomésticos provocan que los fusibles salten una y otra vez. También hay un ordenador, al fondo a la derecha. Igual que el televisor, el pc también está siempre encendido, generando calor. Los cables reptan por la pared. Uno de esos cables pertenece a un ventilador. Otro, surge del router. Nadie se ha parado a desconectar el cable de la antigua videoconsola, pirateada y rota.
La puerta de la nevera está rota. Después de empujarla, hay que darle un
golpecito que termine de cerrar de verdad. El ordenador debe ser encendido
un mínimo de siete veces, si quieres que termine de encender. Sin promesa de que funcione, no obstante. Al televisor a menudo se le distorsiona el color y
las imágenes bajo un filtro de un único tono: verde, azul, rojo.
Si te cruzas por ahí con antiguos papeles de garantía, mira. Olvídalo.
Si te cruzas por ahí con antiguos papeles de garantía, mira. Olvídalo.
El
color de la televisión se arregla como todo en esta casa: con un
golpecito.
Además de los
cuchillos y navajas, hay debajo de la mesa una espada. Junto a ella,
dos piedras de afilar. Una piedra ruda y una piedra fina, de acabado.
El afilado es algo sutil, requiere años de pasear una piedra por la hoja, con cuidado de que no se desvíe y en lugar de un afilado se estropee el filo.
El movimiento ha de ser al contrario que arriba y abajo, es decir: al contrario que hacerte una paja.
El movimiento ha de ser al contrario que arriba y abajo, es decir: al contrario que hacerte una paja.
Los
cuchillos se afilan en una lengua incompatible con el placer.
El
programa favorito en esta casa es un programa de subastas. Por lo
visto, en EEUU se alquilan trasteros. Y hay una ley que regula esto:
si no pagas el alquiler, te quitan el trastero con lo que guardaras adentro, como compensación.
En
el programa, los postores esperan hacer un buen negocio con lo que
sea que alguien guardaba allí adentro.
Desahucio,
según el diccionario, significa: despedir al inquilino o
arrendatario mediante una acción legal.
Y
se escucha en la casa entera: 1000 dólares, ¿alguien da más?
La
única ventana en el bar obligó a situar la cocina junto a ella, y, justo
debajo de ella, la plancha y el fogón a gas. El barrio es lo que
habitualmente se entiende en estos sitios por “el barrio”. Por
las noches, se echa a un lado la plancha y el fogón para poder
llegar hasta la ventana corredera, de metal, que se baja noche sí y
noche también, dejando todo a oscuras. Los primeros días y también las primeras semanas, y los primeros meses, se encendían velas.
Al
fondo de todo el local se encuentra el cuartillo oscuro. Después de dejar
atrás el salón, la cocina y la segunda habitación, se llega a un cuartillo al que se accede subiendo una escalera, atravesando una trampilla. Bastante estrecha, por cierto. Cuando el bar
funcionaba como un bar, el cuartillo oscuro servía para almacenar las cajas de botella. También había una bomba de agua.
El
techo de este cuartillo no es como el del resto de la casa. Es pequeño, como 1.60. Casi no cabe el armario ni apenas el antiguo escritorio.
Aquí también podemos encontrar un dibujo, adentro del armario. Pintado a mano. Una versión alternativa y macabra de Alicia en el País de las Maravillas. El gato sonrisas está escondido detrás de la puerta, que, en una habitación tan pequeña, produce oscuridad adentro del propio armario cuando es abierta; el foco de luz tendría que serpentear para llegar a iluminar al bicho, del que sólo se ven los dientes. Sería necesaria una linterna o una vela para poder ver los morados del dibujo.
Aquí también podemos encontrar un dibujo, adentro del armario. Pintado a mano. Una versión alternativa y macabra de Alicia en el País de las Maravillas. El gato sonrisas está escondido detrás de la puerta, que, en una habitación tan pequeña, produce oscuridad adentro del propio armario cuando es abierta; el foco de luz tendría que serpentear para llegar a iluminar al bicho, del que sólo se ven los dientes. Sería necesaria una linterna o una vela para poder ver los morados del dibujo.
Da
igual que la ventana a la calle esté abierta o cerrada, en esta
parte de la casa nunca llega la luz.
Al principio, cuando aún no habían sido levantados los muebles, que se agolpaban contra la pared, se hicieron obras en las que se levantaron antiguos suelos, y se echaron abajo la barra y trozos de pared. Entre las losas, aparecían a menudo nidos de cucaracha.
Pero no es eso algo de lo que haya que preocuparse ahora ya.
Al principio, cuando aún no habían sido levantados los muebles, que se agolpaban contra la pared, se hicieron obras en las que se levantaron antiguos suelos, y se echaron abajo la barra y trozos de pared. Entre las losas, aparecían a menudo nidos de cucaracha.
Pero no es eso algo de lo que haya que preocuparse ahora ya.
Si
alguien se dedicara a sacar la ropa del armario del cuartillo oscuro y la dispusiera
contra la pared, del mismo modo en que se mide la altura a un niño
en las series de televisión, formando con ella una figura humana:
pantalón, camiseta.... Lo que resultaría, más que un niño,
parecería antes bien una figura humana aplastada al despegar en un
cohete rumbo a las estrellas. Como un acordeón.
A este niño, por cierto, sí que le daban asco las cucarachas. Fobia.
A este niño, por cierto, sí que le daban asco las cucarachas. Fobia.
La
cama de esta habitación no tiene sábanas. Si dejas de caer sobre
ella el peso de una pala para tartas, se levanta tanto polvo como el
que se levantó cuando se hicieron las obras del bar, a martillazos. Eso quería decir antes con "introducir los muebles a golpe de dolor de cabeza". Se levantó tanto polvo como para bañar todo con un filtro gris y que no se
quite ni con un golpecito, ni que estuviéramos en la televisión.
Aquí viven personas.
Una es mi hermana, adolescente. En ella, adolescente cobra su sentido original: adolecer. Padece colon irritable, lo que parece condenarla a una afección crónica. Aunque hay quien afirma que el colon irritable es más que nada estrés, ansiedad emocional y depresión.
Una es mi hermana, adolescente. En ella, adolescente cobra su sentido original: adolecer. Padece colon irritable, lo que parece condenarla a una afección crónica. Aunque hay quien afirma que el colon irritable es más que nada estrés, ansiedad emocional y depresión.
No
me gusta hacer de hermano mayor, pero sí recomendarle algunos libros. Uno de ellos se lo recomendé por esta frase, que nunca he sabido se si fijó en ella igual que yo... o no: “en qué momento el futuro dejó
de ser una promesa para convertirse en una amenaza”.
Para
que te hagas una idea de mi madre: imagina a una madre andaluza,
llorando a solas en la cocina. Sólo que en su cocina no se puede
llorar a solas. La apatía de mi hermana se escucha incluso por
encima del televisor.
También hay un perro. Un chucho paticorto al que se le arrugó la cara y llegó a viejo cascarrabias al momento inmediato de dejar de ser bebé.
También hay un perro. Un chucho paticorto al que se le arrugó la cara y llegó a viejo cascarrabias al momento inmediato de dejar de ser bebé.
Gruñe
a cualquiera que se acerca al cuenco. Como si alguien quisiera
comerse acaso el pienso para perros. Se le llama estúpido a voces,
al tiempo que nadie se atreve nunca a acercarse. Ridículo, después de
fumarme un porro con mi padre se me presenta a la vista como un
símbolo: Lucky, se llama el perro. Y sus dientes recuerdan una ley
brutal: ya sé que no hace falta hacerte nada para que me muerdas,
perro. No hace falta que te quiera robar el cuenco, tan sólo es una cuestión de azar y estadística que tarde o
temprano me tropiece contigo.
Mi padre.
Mi padre tiene dos cicatrices en la mano, en la misma mano. La diestra. Una de ellas es del perro, que lo mordió causándole una herida de ocho puntos. Y ocho son ocho, muchos, no tantos en realidad. Ahora te cuento de qué es la otra cicatriz.
“Horno crematorio” no son palabras que en realidad yo haya usado nunca para referirme al bar. Ni tampoco había pensado en una casamata como un símil de un bunker. Como decía, en mi ciudad una casamata es tan sólo una casa a pie de calle. En cambio, sí que es cierto que mi padre pasa los días ahí, sentado, mirando el televisor. Echando humo por la boca cuando dice:
Mi padre.
Mi padre tiene dos cicatrices en la mano, en la misma mano. La diestra. Una de ellas es del perro, que lo mordió causándole una herida de ocho puntos. Y ocho son ocho, muchos, no tantos en realidad. Ahora te cuento de qué es la otra cicatriz.
“Horno crematorio” no son palabras que en realidad yo haya usado nunca para referirme al bar. Ni tampoco había pensado en una casamata como un símil de un bunker. Como decía, en mi ciudad una casamata es tan sólo una casa a pie de calle. En cambio, sí que es cierto que mi padre pasa los días ahí, sentado, mirando el televisor. Echando humo por la boca cuando dice:
De
aquí, pa que me echen, tienen que venir con lanzallamas... Fíate lo
que te digo...
El
hobby de mi padre es afilar cuchillos.
Mi
hermana y yo no solemos hablar mucho. Por teléfono, nuestras conversaciones terminan por lo general con una excusa fácil
que la corte más pronto que tarde. En realidad, no la entiendo.
Es algo relacionado con su voz. Habla muy flojo y muy rápido.
Mi
hermana me recuerda un día de clase, en la universidad. Un profesor nos mandó
hacer una redacción, esa clase la dedicaríamos a escribir. Luego, el profesor eligió alumnos al
azar para que leyeran sus redacciones en voz alta. Yo fui uno de esos
alumnos. Cuando leí, me dijo:
Muy
bien, muy bien escrito. O eso parece. No me ha dado tiempo a decidir
si está bien o mal escrito. Leíste tan rápido que... Casi parecía
que no quería que se te escuchara.
En esta casa todos hablamos así de mal. Como borrachos.
En esta casa todos hablamos así de mal. Como borrachos.
Ojalá
un profesor me hubiera dicho eso años antes, cuando entablillé mi
habitación, el cuarto oscuro. Aquello con lo que me justificaba para coger un martillo y poner clavos y tablas de por medio no era un comprensible derecho a
privacidad: es que quería evitar cualquier contacto con mi familia.
En esta casa, no hay más paredes que nuestras propias ganas de no ignorarnos a gritos.
Sería un reto atreverse a apagar el televisor.
Sería un reto atreverse a apagar el televisor.
1000
dólares, 1500 dólares... En esta casa, tras las voces, se escucha un saqueo constante. No deja de tener su gracia que suene de fondo eso después de ser desahuciados.
Se habla en números, en términos desgracia.
Se habla en números, en términos desgracia.
Esta casa es una casa sin sexo.
No
puedo pasar a hablar de mi familia sin hablar de Paco. Paco es el
mendigo del barrio. Se sienta frence al Mercadona todos los días, mi
madre le saca un taburete en cuanto llega. Paco tiene un perro que se llama Polen. En
casa, en el bar, Polen provoca a Lucky para jugar. En realidad,
Polen es prácticamente el único que consigue jugar con el puto perro.
Irónicamente,
mi padre es el único otro ser vivo que juega Lucky. Digo irónicamente porque la herida que le causó a mi padre en la mano le costó ser apaleado. Si fueron 1000 o 1500 no lo sé, ya me parece significativo.
Mi
padre suele tener este palo cerca del sofá. El sofá está
descolorido por el sudor de mi padre, que duerme y, de hecho, vive
allí.
Entubar
es la palabra. Pero no es tanto como si estuviera conectado sino desconectado. Conectado a humo.
Mi
padre es insomne. Lo he visto quedarse dormido con una cuchara de
lentejas camino de su boca. Mantuvo la cuchara en su propia mano
durante casi un minuto, antes de devolverla, en sueños, a la sopa
del plato. Lo he visto quedarse dormido con un cigarro en la mano,
despertar. Encontrarse el cigarro consumido, dejarlo en el cenicero,
encender otro cigarro y volver a quedarse dormido. Despertar, otra
vez. Medio dormido, medio consumido. ¿Sabías que “desahucio”
significa también, según el diccionario, “quitar a alguien toda
esperanza de conseguir lo que desea”?
De
ahí fue desahuciado.
La historia de la pala de tarta de bodas puede resumirse en dos palabras, granujerío y robos. No sé qué es lo que deseaba mi padre con mi madre, ni ella con él, pero a primera vista costaría decir que lo hayan conseguido.
Mi padre pegó a mi madre; quizá podría decir que mi padre “sólo” ha pegado a mi madre una vez, aunque, ¿acaso una vez no es ya significativo? Mi hermana dijo acerca del asunto que papá ya no es el que era. ¿Cobra ahora sentido para ti la cama de matrimonio vacía?
La historia de la pala de tarta de bodas puede resumirse en dos palabras, granujerío y robos. No sé qué es lo que deseaba mi padre con mi madre, ni ella con él, pero a primera vista costaría decir que lo hayan conseguido.
Mi padre pegó a mi madre; quizá podría decir que mi padre “sólo” ha pegado a mi madre una vez, aunque, ¿acaso una vez no es ya significativo? Mi hermana dijo acerca del asunto que papá ya no es el que era. ¿Cobra ahora sentido para ti la cama de matrimonio vacía?
Mi
madre trabaja fuera. Duerme todas las noches fuera. Cuida a una
señora mayor.
Papá
sólo afila cuchillo. Claro que nunca los usa, es mi madre la que se mata a
trabajar, cocinando en su casa y la que no es suya. Aunque, ¿cuál es suya? El papel de cocina de "su" casa se usa tanto en cocina como para limpiar el polvo de metal de una navaja recién afilada.
Mi
padre sólo se dedica a afilar cuchillos. Nunca ha usado uno y temo
por ello. Porque las cosas nunca son tan malas como podrían serlo.
¿Paco?
Es okupa. En la Palma, el barrio de los gitanos. Cuando mis padres
fueron a casa de Paco, estuvieron apunto de vomitar.
Pero
Paco tiene una vida, no está en este relato sólo para hacer el
papel de pobre. Una noche nos contamos historias de cuando éramos niños, me contó que su
abuela lo pilló con montón de bombones en el bolsillo. La abuela lo pilló porque hacía calor y el niño apareció en el salón con el bolsillo húmedo de chocolate derretido.
Mierda, he vuelto a hablar de él como "el pobre".
Mierda, he vuelto a hablar de él como "el pobre".
La
primera vez que volví de vacaciones a casa de mis padres, bueno.
¿Alguna vez has tenido hambre y frío? Cuando mi madre me dio un
bombón, agarré unos cuantos con cara de Lucky. Los llevé conmigo y
quise compartirlos con mis amigos, a los que hacía tiempo que no
veía.
Ninguno
se emocionó con los bombones. Sólo a mí se me aparecían como un
tesoro dorado, simple chocolate para los demás.
Esto
es algo que sólo entiende Paco, el paco pobre. Pero el Paco pobre
tiene una vida. Como pobre, le agradece 25 pavos al
mes. Como Paco, se gasta la mayor parte de su dinero en
polen. Con p minúscula, porque al perro en sí le compran bolsas de
pienso en la puerta del Mercadona.
Al
perro se le da pienso, el dueño compra polen para quedarse tonto.
Dice mi padre que desde la aparición de Paco, duerme mejor.
Tiene su gracia. Mi padre no es tan pobre como Paco, pero creo que ambos esperan lo mismo de la vida.
Tiene su gracia. Mi padre no es tan pobre como Paco, pero creo que ambos esperan lo mismo de la vida.
El
motivo que mueve a mi padre a fumar es el mismo que lo mueve a mirar
la Mtv. Para el resto del mundo, una desgracia es un motivo para
llorar, todo cuanto quieras, durante diez minutos. Veinte minutos.
Treinta minutos. Mil minutos. ¿Alguien da más? Luego, sigues con tu
vida. No es una crítica, es lógico. No somos Jesucristo. Al final
del día, debemos descansar.
Mi
padre es insomne, claro. Y además, mira en Mtv su propia desgracia.
Pasando de largo. Una y otra vez. Sólo que no es su desgracia. Es la
desgracia de otro. Una desgracia a modo del inventario de un trastero
lleno de cajas.
Encima
del mueble bar aún hay cajas sin abrir que nadie se interesa por
abrir.
Dime una cosa: ¿te parece que fuerzo las cosas o te parezco honesto? Alguien podría pensar que me invento las cajas sin abrir, para que todo siga encajando con la casa de muñecas rota a patadas que os acabo de vender.
Uno puede admitir que el perro lo mordiera en la palma de la mano, ocho puntos, pero, ¿admitirías en este relato que la otra cicatriz tenga las marcas de una hoja de radial?
Para los que no lo sepan: una radial es una herramienta, de la familia del taladro. Hace girar una sierra circular. En el taller, un compañero de mi padre usaba para cortar metal.
Uno puede admitir que el perro lo mordiera en la palma de la mano, ocho puntos, pero, ¿admitirías en este relato que la otra cicatriz tenga las marcas de una hoja de radial?
Para los que no lo sepan: una radial es una herramienta, de la familia del taladro. Hace girar una sierra circular. En el taller, un compañero de mi padre usaba para cortar metal.
Cuando
la sierra saltó por los aires, si mi padre no hubiera interpuesto la
mano, ahora le faltaría media cara.
Así que tiene
la cara entera, oculta bajo grandes pliegues de pena. Y le falta un tendón. En la mano.
Puro
azar. Trabajar cincuenta años de tu vida no significa nada: da igual
cuánto juegues con Lucky, te puede morder igual.
A
mí no me mordió. Supongo que eso resulta a mi madre tan aceptable
como inaceptable el que su hijo, yo, me marchara de casa sin billete
de vuelta ni dinero como para comprar un billete de vuelta. Sin
llaves. Con un sobre lleno de cartas y dos libros, Trópico de
Capricornio y Trópico de Cáncer. El sobre con cartas era eso. Un
sobre con cartas, como si eso fuera algo que no pudiera dejar atrás.
Los
libros los regalé en cuanto llegué a la nueva ciudad.
Para
mi madre resultó un misterio el que su hijo fuera capaz de meter
toda una mudanza en apenas una maleta. Es lógico, era mi madre. Para
una madre lo importante no es lo que te dejas sino lo que te llevas, aunque lo que quede atrás sea ella misma.
Hubiera sido necesario que ardiera el mundo entero y no tuviera dónde ir para quedarme en esta casa.
Se convive sin problemas con mil misterios cada mañana siempre y cuando sean sólo los que aparecen en la televisión. Los misterios como una habitación vacía en tu propia casa, en cambio, resuenan con ecos de nostalgia, añoro y culpabilidad. Si no, que le pregunten a mi madre.
Se convive sin problemas con mil misterios cada mañana siempre y cuando sean sólo los que aparecen en la televisión. Los misterios como una habitación vacía en tu propia casa, en cambio, resuenan con ecos de nostalgia, añoro y culpabilidad. Si no, que le pregunten a mi madre.
Ahora,
lector, en apenas unas líneas habrás llegado al final de este
relato.
Es
real.
Aunque
durante mucho tiempo el bar estuvo, para mí, bañado de un gris propio de las películas de ficción o
recreación histórica, bueno. Es real. Por las noches, cuando yo era
un crío, mi padre solía leerme cuentos Disney alternados con
capítulos de la Historia universal.
Guardo
en mi memoria igual a Peter Pan que Aníbal atravesando los Alpes en
elefante.
No
sé cuál de los dos personajes preferirás tú.
En
cualquier caso, ¿te parecería pesado si recurro a una tercera definición dada por el diccionario para la palabra "desahucio"? En la medicina, se usan las palabras “paciente
desahuciado” para admitir que un enfermo no tiene posibilidad de
curación.
Mientras
escribía este relato, pensé que, a menudo, algunas de las cosas que
aparecen en él serían inaceptables. Demasiado artificiales. Como si
me hubiera esforzado en realizar la cuadratura del círculo: que el
desorden encaje en una perfecta alegoría acerca del estar donde no
se debe estar.
¿Pedante?
¿Pedante?
Las
palabras remiten a otras palabras que remiten a otras palabras que al
final no significaban más que otra palabra...
Fuera
de este relato, “desahucio” significa que hay alguien despierto a
quien algo no le termina de cuadrar en su propia puta casa y se pasa las noches afilando un cuchillo.
O jugando al ordenador, a solas.
O cuidando de una señora mayor.
O jugando al ordenador, a solas.
O cuidando de una señora mayor.
Mi
padre suele decir que la realidad supera la ficción. En realidad,
esto no aparece en el diccionario. Pero desahucio, para él, no
quiere decir otra cosa distinta que me quiero morir.
Me
quiero morir.
Me
quiero morir.
Me
quiero morir.
Me
quiero morir.
Me
quiero morir.
Me
quiero morir.
Ahora,
dime cuántos segundos tardarás en pasar de página. Tres segundos. Dos segundos. Un segundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario