Fuck la mierda

Ya sabes, esas cosas.

La tristeza tras la masturbación, cuando el placer se convierte en soledad. Todo el tiempo de espera en cada cola, cada día, durante toda tu vida, hasta que al final caes a una tumba, amén. Montar en el metro y cruzarte con cientos de personas pero con ninguna mirada, sentirte solo como sólo te puedes sentir en una gran ciudad. Si has vuelto de fiesta, borracho y en autobús, lo sabes. Y ese grito por la ventanilla de algún coche, escupiendo frustración mientras apenas amanece aún el lunes, joder, chaval, no veas la que te espera todavía, cada semana es una vida y esta empieza tan mal como la anterior. No tenerte respeto a ti mismo y llamarla una vez más, tirártela aunque al principio no te gustara, pero, venga, follar provoca cariño y a veces algo más. Creo que entiendes a lo que me refiero, aunque no quiera decir amor. Todo es un poco como la china esa de la tienda que habla en números, marcando el precio en la calculadora porque no habla español. Porque no habla ningún idioma que sirva para comunicarnos porque ningún idioma sirve para entendernos, al menos mientras siempre digamos lo que queremos y nadie pregunte qué necesitas tú. Apretar los dientes al pensar en la cantidad de energía desperdiciada en cada guerra, los millones de llantos que se suceden en este preciso instante en las manos de cualquier adolescente buscando amor en internet. Todos esos corazones cerrados como el puño de un padre que no sabe con qué va a alimentar a su familia o dónde ir a vivir. Pensar en todo eso y, en fin, bah.

Cosas que me hacen reír.

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