Partir es morir un poco

Cuando el avión despegó y me alejé de mi ciudad, una ciudad más, sin nombre, como cualquier otra urbe de cemento y acero pero en la cual había escrito mi propia historia –aquellos portales, firmados con besos y escándalos en un idioma mudo, entendido sólo por aquellos que estuvieron allí, tan parecidos y tan distintos de aquellos otros nadies que no verían mi portal, sino otro, el suyo, el mismo pero diferente; aquellas calles que me mandaron callar al cantar, borracho, a mí como a otros más que también volvían a casa tras la fiesta (quizá la misma) y con los que nunca me crucé-: cuando el avión encendió los motores, aceleró y, elevándose, mareándome y provocando el vértigo en los pasajeros ascendió y voló voló voló sobre esos edificios, parques, cristales y ruido de cañerías que llamaba “mi ciudad” y de la cual ahora me alejaba como de un antiguo diario, entonces –por primera vez- me sentí libre, flotando en el vacío.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo, Rasko. Es algo crudo y real. Quizás sea cierto que el irnos lejos de casa nos haga libres, pues yo sentí lo mismo al irme a Milano. Cuando volví me sentí de nuevo en un lugar en el que tenía que dar explicaciones.
    ¿Tu que sientes al volver?

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  2. Ganas de irme otra vez. Al aterrizar, no en el aeropuerto sino al aterrizar en una cama y echar la vista atrás, tranquilamente, me di cuenta de que ahora mismo veo esto como un capítulo transitorio, medio de relleno; muy bonito, pero sólo un añadido. Como si el futuro estuviera en otra parte.

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  3. Querido Ladrón: de lujo el primer párrafo, veo que mejoras por momentos :) NOS VEMOS PRONTO!

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  4. A mí me pasa lo mismo. Cuando vuelvo todo es excesivo y me pesa y valoro más lo que saco de la escasez que del exceso.

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