Plástico biodegradable

De vuelta al barrio, esas calles y plazas con cáscaras de pipas bajo los bancos donde los de fuera temen entrar y que los de allí no llaman por su nombre, sino que para ellos es simplemente "el barrio"; un vertedero de edificios siempre en obras, como un proyecto sin terminar. Al colega este quizá lo hayas visto por ahí, con el chelo y la gorrilla, tocando; si te cruzaste con él, te acordarás. Yo también pensé que ese chaval tiene "algo"; no sé muy bien qué, pero la gente no se para a escuchar a cualquiera, tienes que tener algo más que sencillamente saber tocar. Ahora viene de pillarle a Úrsula, un poco de vuelta de todo, con el instrumento a la espalda y sus pintas "calle", el puño cerrado alrededor de la substancia y la mandíbula apretada, con el mal sabor de unos recuerdos que no puede evitar regurgitar: Copenhague, las luces en los canales de Amsterdan, todos esos lugares a los que no consiguió llamar hogar. Las peleas con la novia en aquella buhardilla, esas discusiones absurdas que inevitablemente acabaron en caída, obligándolo a volver a la casa en cuya cerradura introduce las llaves ahora, como quien cierra las puertas de su propia prisión. Esa especie de casa en llamas donde vive con la madre y la abuela.  Y Tuno, el perro que ladra en cuanto los tres se juntan y estallan en gritos, como tres elementos disonantes. El sonido de una familia a punto de resquebrajar. Al final, portazo y encerrarse en su habitación, donde se pone música mientras le sube el pelotazo y los sentidos se empiezan a alterar. Drogarse hasta perder la cabeza en una canción, por fin un momento de relax. Desde la cama, su vista hace repaso de la habitación, esperando a que todo se termine de distorsionar; mira a la chica del póster, que pronto podrá ver respirar; los instrumentos desperdigados por ahí -algunos construidos por él mismo, aún sin acabar- y que casi puede oír sonar, como si fueran notas musicales diseminadas por el pentagrama que él ve en las estanterías, escritorio y ropa amontonada por el suelo del dormitorio, hasta que se topa de frente con aquel cuadro que pintó en el correccional. Se acuerda de que, en vez de tocar en el conservatorio, lo hacía en el reformatorio. No le parece raro que encontrase allí su gran pasión; es normal que, cuando lo dejaran salir, sólo buscara un poco de speed, alguien a quien cabrear y un coño donde descargar toda la frustración. Le chirrían los dientes de sólo pensarlo y, para relajarse, imita los ejercicios de respiración para un perfecto Do, como hacía en ese cuartillo donde le dejaban tocar: aspirar, expirar, y a continuación un legato justo en el momento adecuado para no desentonar, en contraste con todas sus cagadas y desafinos. El viaje alucinógeno trae a su cabeza imágenes encerradas en la memoria y a las que ahora se tiene que enfrentar; ve y casi puede tocar a su padre, en aquella pelea que se inició por motivo de los porros y que lo llevo a esa cárcel para menores donde se le pretendía corregir, ofreciéndole como amigos a otros peores que él y apenas una hora al día en la que ensayar., previo permiso del juez. Las drogas, el mismo motivo por el que nos lo pasamos tan bien en las fiestas y gracias al que a veces ligas y hasta te echas novia, bailando al son de la alegría con una copa o dos -y quizá algo más- galopándote en las venas y los oídos; no es de extrañar que esté loco por meterse algo: gracias a las drogas, por un momento la vida deja de ser una mierda para que todo esté en su lugar, justo donde debe estar. Por un instante -un viaje sin salir de la habitación- escuchas la línea de graves que da orden y concierto a lo que en la vida diaria parece arritmia y distorsión; al tiempo que la realidad se va a la mierda y las paredes se derriten, permitiéndote manejar cuanto ves a tu alrededor -ya no hay pintadas en la pared, son notas que se pueden recomponer-; al tiempo que se aleja de la cama para alunizar en otros mundos, lo asaltan otras verdades donde mueres y renaces con cada canción, participando en una armonía universal: un caleidoscopio de imágenes -todas esas relaciones fracasadas, las constantes mudanzas, el llanto de la madre, a solas, en la cocina, mientras la abuela mira una tele que no ve y el perro gruñe a una puerta cerrada-; al tiempo que, en fin, se hunde en la locura, los tropiezos llevados a cabo durante su vida empiezan a encajar en una partitura de lo real, una canción de dimensiones cósmicas de la que forman parte los astros mismos y el girar de los planetas, meras negras y corcheas que él capta con cada movimiento de arco contra el violonchelo. Cierra los ojos y se ve a sí mismo, diciéndose que todo ha merecido la pena para conducirlo a este -justo este- momento en el que todos los desafinos encuentran su sentido como parte de una orquesta en la que él ocupa su lugar: el correccional, el metro, la calle, el teatro... Fondos semidifusos a los que en su paseo pone música en su paseo psiconauta mientras el mundo sigue girando y se lleva todo a su paso sin pedir perdón, pues cuando despierta el día de mañana -el vinilo dando vueltas, ya sin sonar- se encuentra solo y en una habitación oscura, llena de chelos aún sin cuerdas, con el mástil por tallar, como esa vida a medias en la que se ha estancado y de la que despierta con la cara desencajada, una mueca a medias entre la sonrisa y el llanto.  De no ser por la droga, nunca habría llegado a vivir la música con tanta intensidad; de no ser por la droga, algún día llegaría a ser algo de verdad.

7 comentarios:

  1. Esta entrada tiene serios problemas de integración blogosférica. ¿Será que el consumo de drogas la han vuelto esquizoide y se empeña en cambiar de nombre todos los días?

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  2. yo al principio la odié, odié videogames, su presencia, su estilo y su boca.
    Pero luego la volví a escuchar y me enamoré, aunque solo sus canciones, ella me sigue pareciendo insoportable.

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  3. A mí me gustaba más el otro título...además me has creado una vana ilusión de que habías escrito algo nuevo.

    Y HABLANDO DE MATAR...el otro día soñé que mataba a un vecino mío (de hace muchos años) en defensa propia y que ocultaba el cadáver gracias a mis múltiples visionados de "Crímenes imperfectos". Pero yo se que soy buena y que eso es la vocación criminóloga que me sale en sueños. Espero que lo tuyo sea algo parecido.

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  4. Tú debes de ser del Bronx, por lo menos. Escribes bien, ¡por eso!

    Gracias por seguirme :)

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  5. ¿Del Bronx? Jajaja.

    Últimamente las drogas reaparecen mucho en el blog, sí, pero sigo sin negro.

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