Dios ha muerto

Me acuerdo de la primera paja que me hice porque fue el mismo día en que murió mi abuela. Me la hice precisamente porque murió mi abuela. No sé qué edad tenía, pero hay detalles que se me quedaron. Esa noche estando ya dormido llamaron por teléfono, lo cogió mi padre. Yo le pregunté con voz de tonto que quién era, y al escuchar su respuesta me alegré. Dijo: tu abuela se ha muerto, y entonces lo primero que atravesó mi cabeza fue un "por fin". En realidad ni yo mismo me esperaba esa respuesta, hasta ese momento no sabía cuánto deseaba que mi abuela se muriera. Y ahora pensaras que, yo qué sé. Que estoy pirado o algo así. Vale. El caso es que ella llevaba un tiempo en el hospital, adonde mi madre la visitaba diariamente. Mi madre, la misma que fue maltratada de cría y que compraba harina para hacer el pan en el horno y así poder mantener a la vieja desagradecida que nunca dio nada por ella. Aunque reconozco que alguna vez le tuve cariño, de muy pequeño, pero conforme pasó el tiempo fui creciendo y la dejé de considerar como mi abuela para pasar a ser la puta esa que enfrentaba a mis padres, convirtiendo la casa donde vivíamos en un hogar en llamas al cual yo no quería volver tras salir del colegio. Nos envenenaba  a todos, siempre rechazó a mi padre, a mí me hablaba mal de él. De el hombre que no tenía sensibilidad en las manos porque se las dejó en el taller, trabajando para sacar adelante la familia. Venga ya. Lo que yo veía en casa no era una abuelita, yo veía a la que estaba detrás de los llantos de mi madre sola en la cocina. Quería que la mandasen a la mierda y nunca he sabido por qué seguían cuidándola, como si ese fuera su deber. Como si no hubiera otra que aguantarla hasta que se muera. Y en fin, esa noche en que me hice la primera paja mi madre estaba en el hospital, como siempre, haciéndole compañía a eso que quedaba del cuerdo gordo y fofo de mi querida abuela. Un montón de piel de pollo con demasiado pellejo y bigote. No era capaz ni de levantarse a cagar y después de tomar la medicación, laxantes y demás, la casa entera olía a sus cagaleras, pedorretas que sonaban como pompas rompiéndose, como diciendo, esto es lo que soy. Cuando era un niño y mi madre decía "besa a tu abuela" la verdad es que me daba asco. ¿Cómo iba a darle cariño a un bicho que aún en su lecho de muerte se esfuerza en joderme? Como si tuviera derecho a ello tan sólo porque un día folló borracha y no le puso el condón a la polla con cirrosis de mi abuelo. No, no me dio pena que se muriera. Me alegré. Y en el momento me sentí como un cabrón hijodeputa y me di asco, pero al momento se me pasó. Me hice una paja no sé muy bien por qué, supongo que por eso mismo por lo que más tarde me follé a esa tía que hasta me caía mal, pegándole en el culo. Por hacer algo cutre y feo. Y me corrí por primera vez y cuando vi el chorro de lefa saliendo, de la puntita, estrellándose contra el váter, pensé que esa porquería blanca era cuanto de pureza quedaba en mí. Todo lo bondadoso y bello y sublime, escupido ni siquiera por la boca, sino por esa cosa rara que tenemos entre las piernas y que ocultamos bajo la ropa interior. Por donde meo echando fuera de mí lo que sobra. Sentir placer con esa paja fue como disfrutar de matar a Dios, ese gilipollas moral y correcto cuyas últimas gotas vi colgando del glande, mientras me parecía una cosa tan extraña que me puse a apretarme la polla hacia fuera, agarrando el pellejo y empujando hacia la punta, intentando sacar todo cuanto quedara de esa mierda blanca y pegajosa fuera de mí.

1 comentario:

  1. Entonces posiblemente hemos compartido a Petit. Pero seguro que jamás te he enseñado la tetas.

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