La risa del payaso

No reconozco al payaso ese que me mira desde el espejo. Es tan ridículo. Sé que me mira a mí; es más, sé que soy yo, pero tenerlo frente a frente, bueno. Supongo que este es el momento en que me arrepiento de haber probado las drogas. Llevo varios minutos aquí parado, los músculos de la cara estirados y formando una risa falsa, tensa como un grito mudo. En serio, ¿este soy yo? Me miro y no me veo a mí, es como si algún hijodeputa me hubiera arrancado el yo de la cara. Quizá es por eso que se desencaja cada vez más, sin que pueda controlarla. Sin nada que dé unidad a ese montón de hueso, pelo y pellejo que parece escupido ante un lienzo, distorsionándome en una expresión de horror. Algo tira de los labios, descubriendo las encías, al tiempo que el pánico tiembla en ese vacío que en otro tiempo fueron mis ojos. Un par de pupilas negras como pasillos de película donde no se sabe muy bien qué hay al final. Recuerdo que podría darme media vuelta, es decir, si mis músculos aún fueran míos, pero en este instante no hay antes ni después; no hay lugar al que irse, sólo esta risa que se tuerce en mueca. Cierto murmullo crece en mi interior como una intuición, diciéndome desde un más allá desconocido que esto es la locura; un más allá inefable, que juega a mostrarse y ocultarse y en el que se oye, de fondo, que este es el momento en que la broma deja de ser divertida. Quizá es que las drogas abrieron puertas dentro de mi cabeza que debían quedar cerradas, y ahora, con los goznes volando por los aires, mi nombre y yo mismo se me escapan por entre estos dientes que se abren ante mí, esa sonrisa a punto de llorar de miedo que no obstante no dice nada, pues tras ella no hay nadie que pueda decir nada. O quizá es que la vida se ha vuelto demasiado loca en estos veintitantos, este comenzar a ser adulto en que uno necesita drogarse para poder entender el mundo en que vivimos y donde nadie es nadie, pues sólo hay fantasmas tras las máscaras.

En cualquier caso, no lo sé.

Lo que sí sé es que a estas alturas no tiene ni puta gracia.

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